En mis manos aprendí a tenerme en pié
a deshacer los pasos enredados en tu piel,
a componer los días y las noches del revés
y a esperarte en el camino, tras el andén.
Con los hilos del destino jugué
y creció la luz que entre suspiros hallé.
Permanecí callada respirándote,
y perdí la voz gritando con desgarradora fe.
Mis manos anhelan el cálido aliento de tu piel
y mis ojos callan cuando calla tu ser,
frente a tus ojos que callan cuando calla mi ser.