viernes, 2 de septiembre de 2011

"ENTRE RECUERDOS: "EN PRIMERA PERSONA". I

Cuando contaba con cuatro años de edad, mi madre me llevó a estudiar flamenco a una escuela del barrio. Era normal en aquel entonces que las niñas aprendieran sevillanas y flamenco como actividad extra-escolar 
(espero que esta tradición aún continúe por el bien de nuestro arte). Recuerdo que cuando era niña en mi barrio, "El Cerro del Águila", había tres o cuatro academias. Hoy en día ,si no me equivoco, no queda ni una sola. 
Mi madre siempre quiso bailar, pero la época que le tocó vivir y su entorno no se lo permitió. Así que se podría decir que yo calcé este camino porque mi madre quería que sus hijas hicieran lo que ella no pudo hacer. Algo que suele suceder.   Mi madre era admiradora de Mª Sol y Lola Flores, por consiguiente y aunque suene extraño para mí decirlo, la que es mi profesión y mi pasión me viene de herencia de manera indirecta gracias a   Mª Sol y Lola Flores; Y a la pasión de mi abuelo materno por Caracol, Pepe Pinto, Marchena y por todo un entramado de grandes cantaores que dió la época y con los que yo crecí a través de él. Sin olvidarme de la Zarzuela y los pasodobles que le encantaban y bailaba con mi abuela. Todo un personaje carismático y admirado que sigue acompañándome a cada paso. Aún hoy recuerdo a mi abuelo cantándome "La niña de fuego" para que bailara, como ya hizo con mi madre cuando esta era pequeña.
Y es en este marco donde voy desenvolviendo  los primeros pasos hacia mi destino, en su maraña, para bien y para mal. 
Cubierta y engullida en las entrañas, en los pliegues del sentimiento y la vida que engendra y  recrea  este entorno que me ve día a día caminar, llamado Flamenco.
Así que no fue casual que fuera bordando colores al mantón que pronto cubriría mi cuerpo y mi espíritu como protección y adorno.
Desde que tengo uso de razón siento el olor a madera metido en las "nacles", el sudor y las horas entre acordes. Mis manos han crecido a la par del movimiento y mi cuerpo ha ido formándose entre giros y desplantes, con curvas hechas a fuego y golpes, a tiempo,a compás y marcando sutilmente el contra para acabar forjada entre metal y sangre. Flamenca.


Pero no sólo el Flamenco marcó mis días de infancia, lo hizo también el Ballet. Llegó algo más tarde, cuando comencé mis estudios de danza (ingenua entonces pensé que serviría de algo tener la carrera de danza).
El Ballet  influyó en mí interior y en mi concepto de la plástica. Me quedaba embelesada viendo vídeos de los grandes ballet rusos, de las grandes obras como el Cascanueces, El lago de los Cisnes, La dama de las Camelias....Giselle. 
Tengo que agradecer la  buena genética para la danza, mi flexibilidad innata desde pequeña. Esto facilitó mi inserción en el mundo del ballet. Las piruetas, los saltos, los giros, los movimientos imposibles controlados, la mágica sensación  que se desprende al interpretar las piezas de repertorio. Las puntas siempre se han ajustado como un guante a mis pies y tengo que reconocer que me apasiona poder disfrutarlas cuando bailo flamenco. 
El hecho de parecer mundos separados ha provocado que en muchas ocasiones tuviera que elegir, y me ha mantenido siempre dividida. Conseguir conjugar las dos disciplinas y ser capaz de sentirme unida a las dos ha sido uno de mis mayores logros y satisfacción, ya que es algo que siempre perseguí y rondó mi cabeza.





En el conservatorio, cuando estudiaba ambas carreras, no fue fácil mantener la división  y mucho menos tener que elegir una para dedicarme como profesión...Tal vez si hubiera elegido el ballet hoy no estaría aquí.
En esos días de estudio apareció una de esas disyuntivas al respecto en las que tu vida toma un rumbo u otro....
Pero eso será otra historia que contar...en su momento. 

Continuará...........