Sentí este corazón herido
sin latido, sin pulso, muerto.
Escondido en su fría armadura
de tiempos marchitos,
de hielo, seco, vacío.
Corrió por mis manos
la sangre vertida del deseo
y caí de nuevo presa del delirio.
Dolía tanto sentirlo,
saliendo del pecho está cada golpe de ritmo,
estallaban en mí los sentidos.
Me volví a quedar perdida
en el abismo del destino
y la fe, la esperanza y la vida
hueca en el camino.
Volví a verme llorar lágrimas
que una vez ya hube vertido
y juré no derramar más,
pero hoy de mí se han reído
y vuelvo a verte vibrar entre suspiros míos.